Nota de Opinión de Alfonso Prat-Gay Para LA NACION
jueves, 07 de enero de 2010
Hace algo más de cinco años, al fin de mi mandato al frente del Banco Central, el entonces presidente Néstor Kirchner me ofreció seguir otros seis años en el cargo. Tanto él como Duhalde habían sido muy respetuosos de la independencia del BCRA y quedaba trabajo por hacer en afianzar la estabilidad monetaria y financiera arduamente restablecida luego de la debacle de la convertibilidad.
En aquella amable conversación, sin embargo, advertí que Kirchner estaba decidido a concentrar el poder como lo había hecho en Santa Cruz y que iba a ser menos respetuoso de las instituciones. Decliné su oferta y le reafirmé que para domar un eventual rebote inflacionario era muy importante que el Banco Central conservara intacta su capacidad de maniobra en lo monetario y en lo financiero. No me entendió: cuando me fui, el Indec aún medía bien la inflación y el termómetro marcaba apenas el 5 por ciento, a pesar de que la economía crecía con fuerza. Lamentablemente, el tiempo les dio la razón a la intuición y al pronóstico.
Entonces me reuní con mi sucesor para aceitar el cambio de mando. Martín Redrado, muy entusiasmado con su nueva responsabilidad, me preguntó: "Si lo hacés con tanta pasión, ¿por qué te vas?". Le dije que cuando quisiera nos tomábamos una cerveza y se lo explicaba. Quizás sea válido preguntarse si esa cerveza hubiera contribuido a evitar el atropello institucional del que está siendo víctima. Porque el cumplimiento de la ley y la defensa de la autonomía del Banco Central no pueden "administrarse" como la política de flotación cambiaria. Simplemente deben ejercerse, recordando que cada concesión es un avance a lo largo de un camino sin retorno.
La postura reciente del presidente del BCRA es un cambio saludable. ¡Bien hecho! Más vale tarde que nunca.
Cristina Kirchner no puede pedirle la renuncia a Redrado. No está dentro de sus facultades. No puede siquiera darle "órdenes, indicaciones o instrucciones" (art. 3 de la ley de Carta Orgánica del BCRA), menos puede pedirle la renuncia. Redrado fue designado por el Senado hasta septiembre de 2010 y está a cargo de una entidad que es independiente del Ejecutivo, porque en ella ha delegado el Congreso la atribución de "establecer y reglamentar un banco federal con facultad de emitir moneda" y arreglar "el pago de la deuda interior y exterior de la Nación" (art. 75 inc. 6 y 7 de la Constitución nacional). Así como la Presidenta no puede remover de su cargo a un diputado o a un senador, tampoco lo puede hacer con el presidente del BCRA.
El DNU que originó este conflicto contradice la Carta Orgánica y el espíritu de la Constitución. Es preferible desoír el DNU antes que a éstas hasta que se expidan el Congreso y/o la Corte Suprema. Redrado hace bien en no transferir los US$ 6500 millones y en evitar poner más de US$ 15.000 millones a tiro de los bonistas que nunca irán a un canje.
Redrado hace bien en no renunciar. Ignorar el DNU es cumplir con los deberes de funcionario público. Renunciar sería incumplimiento.
Las sucesivas acciones de la Presidenta demuestran un profundo desapego por las instituciones que ella misma prometió mejorar durante su campaña electoral. Felizmente, el voto popular del 28 de junio volvió a darles equilibrio a los poderes. Este nuevo Congreso tiene mucho por aportar y ha comenzado a hacerlo. Empezó una nueva era.
Diputado de la Coalición Cívica y ex presidente del BCRA
Fuente: La Nación
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