Finanzas
jueves, 17 de junio de 2010
Ese fin de semana de enero de 2008, Jerome Kerviel tenía planeada una escapada romántica a la localidad de Deauville, en la costa normanda. Pero ni bien escuchó a su jefe del Société Générale del otro lado del teléfono supo que su plan estaba arruinado.
Y seguramente toda su carrera. Ese día el chico que ayudaba a su mamá en la peluquería del pueblito somnoliento de Pont-l’Abbe se convertiría en el operador que más dinero le hizo perder a un banco en toda la historia.
La posición de trading de Kerviel –esto es, sus apuestas en el mercado– llegaba a casi 50.000 millones de euros, más que el valor bursátil del propio Société Générale. Como tiempo después reconocería su superior, las cifras eran “inhumanas”. Kerviel casi hunde al segundo banco francés y sus 140 años de historia. La entidad debió asumir pérdidas por 4.900 millones de euros. Daniel Bouton, su CEO de aquel entonces, lo llamó sencillamente un terrorista.
Pero la gente lo abrazó desde un principio. Quizás porque él nunca se benefició personalmente o porque era el tipo con el traje que desentonaba en un mundo en el que por lo general sólo tenían cabida los elitistas graduados de las “grandes écoles” universitarias. O quizás por esa tradición que ya en el siglo diecinueve convirtió a Jesse James en un Robin Hood moderno y que celebra estas “hazañas” del don nadie que se ríe del sistema o lo expone en toda su vulnerabilidad.
Kerviel, que por estos días enfrenta un juicio que puede costarle cinco años de prisión y una multa de 375.000 euros, ya inspiró al menos cinco libros y de hecho, acaba de publicar “Atrapado: memorias de un trader”, parte de un nada ingenuo operativo mediático en las vísperas de su comparecencia ante los tribunales.
Su caso no sólo dio lugar a la creación del club “Save Kerviel” y un boom de ventas de remeras de apoyo, sino que en Francia hasta se ha publicado un comic que lo tiene como protagonista y lo muestra regresando a su casa para comer una cena congelada y ver “Casino” en DVD y tomando ideas para hacer apuestas de su horóscopo o los comentarios sobre el clima del encargado de su edificio.
El año pasado, la revista Nouvel Observateur lo bautizó el “Che Guevara de las Finanzas”. Pocos meses después de que el caso tomara estado público, una encuesta reveló que el 77% de los franceses lo consideraba una víctima.
La popularidad del affaire Kerviel recuerda otras historias recientes de villanos redimidos ante los ojos del público y convertidos en peculiares celebridades.
Willie Sutton, por ejemplo, el ladrón de bancos también conocido como “Willie the actor” por sus disfraces, era tan popular que tras varios años en prisión fue contratado por el New Britain Bank and Trust Co, en Connecticut, para protagonizar un comercial de televisión que promocionaba la inclusión de una foto del cliente en las tarjetas de crédito como forma de identificación.
“Ahora cuando digo que soy Willie Sutton, la gente me cree”, era su línea. Pero la frase que lo hizo famoso fue otra, que serviría más tarde como título de su libro. Dicen que un periodista le preguntó una vez por qué robaba bancos y Sutton respondió: “Porque ahí es donde estaba el dinero” (Where the Money was: the memoirs of a bank robber).
Ya mucho más cerca, el caso de Nick Leeson, que en 1995 provocó una pérdida de u$s 1.400 millones a Barings Bank, es el antecedente obligado. Quizás lo recuerde de la película “Rogue trader”, con Ewan McGregor en la piel de este operador inglés que debió pasar seis años y medio en una prisión de Singapur tras hacer tambalear al imperio bancario que alguna vez financió las guerra napoleónicas y al que se confiaba el dinero de la reina.
Además del libro que sirvió de disparador para la película, Leeson ya publicó un segundo ejemplar en el que habla sobre cómo volver tras tocar fondo y lidiar con el stress. Es uno de los speakers más requerido para dar charlas “inspiracionales” y conferencias en todo el mundo.
Pero las ironías no acaban ahí. Kerviel hoy trabaja como consultor de IT en una firma con base en París llamada LCA. Prácticamente desde su caída en desgracia en 2008, se desempeña allí como asesor de bancos en temas de seguridad, desarrollo e integración de proyectos. Entre sus clientes está –aunque no lo crea– BNP Paribas.
El juicio hoy devolvió a Kerviel al centro de la atención como en los primeros días del escándalo. Es que pocos meses después de su salto a la notoriedad, Kerviel había visto apagarse el interés por su caso. Un tal Madoff apareció de la nada y le robó el protagonismo. Pero hoy todo parece encaminado. “Bernie” deberá compartir cuarto en el hall de la infamia.
Fuente: El Cronista
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