Política Monetaria

Las inconsistencias monetarias de un Banco Central indiferente a la inflación

jueves, 09 de septiembre de 2010

Poco o nada ha dejado el paso de Mercedes Marcó del Pont por el Senado, apenas la validación de su interés por seguir al frente del BCRA o su explícito alineamiento con las pragmáticas necesidades de fondeo del Gobierno nacional.

Más sustancial han resultado las negociaciones para su probable renovación de mandato que vence el 23 de septiembre. El Gobierno enviará el pliego con su nombramiento al Senado, y si la oposición no lo aprueba, de todas formas continuaría al frente del BCRA “en Comisión”.

Para los inversores y ahorristas, cualquiera de estos dos escenarios es el certificado de la continuidad de una política de alta emisión monetaria, fuerte presión inflacionaria, tasas de interés negativas en términos reales y un tipo de cambio cuya depreciación se ha ralentizado. Esto último, aún reviste cierto atractivo inversor para mantener los depósitos a plazo fijo en los bancos, ya que las deprimidas tasas resultan atractivas si se las dolariza.

Políticamente, la continuidad de Marcó del Pont al frente del Banco Central resulta apenas un dato menor si se tiene presente que el directorio del BCRA está conformado por diez directores y que el presidente del Central es sólo un director más, con el mismo poder de voto que el resto. Por supuesto, el quórum está garantizado.

En cambio, la aclamada –y consensuada– modificación del artículo 3 de la Carta Orgánica del Central que señala como única misión velar por la estabilidad monetaria, encierra modificaciones valiosas a los intereses políticos del oficialismo –y de la oposición–. Por ejemplo ostentaría la rara virtud de evaporar irregularidades normativas cometidas por los funcionarios del BCRA, quienes hoy, y a raíz de la gran emisión de dinero, son susceptibles de ser señalados por “grave incumplimiento de los deberes de funcionario público”. A la vez, una modificación de la Carta Orgánica, abriría un frente de consenso para potenciales incorporaciones al directorio de la entidad rectora. Con guiño progresista, y amparados en los cambios normativos, quienes resultaran oportunamente designados, podrían ser permeables a los requerimientos de fondeo por parte del Gobierno nacional sin peligro de enjuiciamiento.

No habemus programa

La lectura del escenario económico ligado a la política monetaria deja de lado la estrategia y, en cambio, abona inconsistencias que merecen ser comentadas.

 La ortodoxia monetaria señala que el BCRA debiera emitir dinero en función de lo que el público demanda para hacer sus transacciones. A mayor actividad económica, mayor necesidad de dinero. Pero como el BCRA emite dinero para comprar dólares (reservas), a mediados de año, la cantidad de dinero creció más rápido que lo que el público demandó. ¿Qué hace el BCRA con el resto de los pesos? En general, emite bonos (Lebac y Nobac) y a cambio de una tasa de interés los retira del mercado para que no generen inflación. Sin embargo, desde comienzos de año, el BCRA dejó más pesos en la plaza. El peligro es que ahora, el BCRA va a emitir el doble de pesos.

 El programa monetario ya no existe aunque Marcó del Pont se afane en la defensa del mismo. Más bien, debiera etiquetarse como “registro monetario”, ya que en él no queda ningún atributo ligado a la previsibilidad. Muestra de esto es que la base monetaria crece a tasas del 26% interanual contra el 19% contemplado como máximo a comienzos de año. Son $ 20.000 millones extras. Obviamente, con tales niveles de emisión monetaria es inevitable que la inflación se acelere.

 Para manejar a discreción los recursos públicos, durante 2009 se subestimó el crecimiento del PBI en el presupuesto 2010. Ahora, desde el Central, se ha sobreestimado ese mismo crecimiento. La diferencia que existe entre el 2,5% de aumento en el PBI fijado hace un año, y la estimación del Central reciente de un crecimiento “no esperado” de entre 8 y 9,5% es utilizado como argumento para emitir más dinero.

 Marcó del Pont señaló que “los actores no ahorrarían en pesos si hubiera percepción inflacionaria”. La cruel realidad es que si bien el nivel de depósitos se mantiene, existe una relación directa entre los niveles de depósitos y la velocidad de devaluación. Si el dólar se mantiene estable, la tasa que se obtiene está “dolarizada”. Pero la dinámica inflacionaria ha empujado los costos de las empresas por las nubes. ¿Qué va a pasar cuando el Gobierno ponga en marcha la devaluación?  

Fuente: El Cronista