Política fiscal
miércoles, 20 de octubre de 2010
La movida de Lula podrá tener el dramatismo que requieren estos días de puja electoral pero pocos anticipan que vaya a significar un alivio en el mediano plazo.
Impotente contra el avance de un real a puro esteroide, Brasil debería atacar la política fiscal en lugar de enfriar flujos de capital que después de todo necesita para financiar un creciente déficit de cuenta corriente. Como dice Alejandro Schwartsman, economista jefe del Santander en Brasil, la suba del impuesto equivale a arrojar piedras en el peor momento de la batalla. Si de veras se quiere dar pelea, entonces hay que usar los cañones.
Hasta ahora, la evidencia estadística muestra que el comportamiento del real está mucho más atado a la evolución del precio de los commodities y la debilidad del dólar que a las variaciones en la carga impositiva, un costo que en todo caso hoy muchos inversores aún estarán dispuestos a asumir. “Nuestras estimaciones sugieren que un incremento del 10% en el precio de las materias primas implica una apreciación del 6% del real. Del mismo modo, una depreciación del 10% del dólar contra una canasta de monedas que excluye al real supone una suba del 6% de la moneda brasileña”, comenta Schwartsman.
El único determinante doméstico son las tasas de interés. Claro que usarlas para domesticar a la moneda implicaría renunciar al objetivo de mantener la inflación a raya. Ahí es donde entra la política fiscal como alternativa para bajar las tasas sin poner en peligro un régimen que viene funcionando en forma aceitada desde 1999. Un ajuste fiscal implicaría una menor tasa de expansión de la demanda doméstica, lo que permitiría al Central bajar las tasas sin provocar desbarajustes inflacionarios. El mismo efecto tendría una reducción en el crecimiento de los créditos oficiales (BNDES).
Alberto Ramos, economista jefe para América latina de Goldman Sachs, dispara exactamente en ese sentido. “En lugar de escalar el nivel de impuestos al flujo de capitales (flujo que se necesita para financiar un déficit de cuenta corriente cada vez más grande) las autoridades deberían encarar un esfuerzo genuino por ajustar la política fiscal (lo que reduciría la absorción doméstica y aumentaría el nivel de ahorro local) permitiendo al banco central fijar las tasas en niveles menos restrictivos y así atraer menos capitales”, explica. Pero nada de esto parece demasiado factible por ahora, aclara.
Claramente, a pocos días del ballottage, Lula ha intentado dejar sin argumento a una oposición que le achaca desde siempre como en una letanía su “populismo de tipo de cambio”. Y puede que consiga el efecto buscado. Pero la pulseada con el real hoy pide otras armas. Y será Dilma –si todo resulta según lo esperado– la que libre la verdadera batalla.
Fuente: El Cronista
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