Política cambiaria
jueves, 25 de noviembre de 2010
Hacía rato que merodeaba por las cercanías, pero finalmente el dólar ya llegó a la barrera psicológica de los cuatro pesos. Cómo es la Argentina de esta nueva “convertibilidad” del 4 a 1 y cómo afecta este modelo de dólar planchado a la gente de a pie.
El nuevo nivel que encontró el dólar en la Argentina al tocar los $ 4 aparece a simple vista como una marca psicológica que hace no mucho tiempo hubiera sido difícil de digerir. Y constituye, para muchos, una especie de revival de esa cuestionada “Ley de Convertibilidad” que el país abandonó desordenadamente en los inicios del 2002.
El tipo de cambio fijo de 4 a 1 que se propuso mantener Mercedes Marcó del Pont desde los primeros días de su gestión trae para la mayoría de los analistas algunos beneficios similares a los que percibieron los asalariados de la clase media en los años ’90. Pero supone esta vez una novedad que, dicen, les permite ser más optimistas: el mayor margen que hoy tiene la Argentina para mantener depreciada su moneda en términos relativos, en un contexto de fuertes apreciaciones cambiarias que están sufriendo sus principales socios comerciales.
En las consultoras coinciden en que el modelo 4 a 1, instalado desde hace un año en el país, sumará en adelante al menos “cuatro beneficios” al precio de “una sola” decisión.
El primero de ellos es asegurar un ancla inflacionaria que sirva de protección a las clases media y baja (al menos, parcialmente). Advierten que todo proceso de devaluación genera tarde o temprano inflación, por el llamado pass-through: el traslado de una variación del tipo de cambio (devaluación) a los precios internos de un país. Éste indica que, aunque se intenten postergar, los efectos de un ajuste cambiario serán siempre inevitables. De ahí que la experiencia de mantener estable el tipo de cambio permita entusiasmarse con un balance menos desfavorable, esta vez, para los asalariados.
El modelo 4 a 1 provocaría, además, una mejora en el poder de compra en dólares de la gente. Ésta es, dicen, la segunda ventaja. Un dólar barato es un peso argentino más fortalecido. Y con éste, el precio de todos los bienes transables (aquellos que se suelen exportar e importar), se hacen más accesibles para las clases media y baja. El salario en pesos gana, así, poder adquisitivo frente a estos productos con precios en dólares.
La convertibilidad a la Marcó del Pont dejará, además, una tercera ventaja: permitir a los bancos mantener buenos niveles de liquidez sin necesidad de subir las tasas de interés de sus plazos fijos para igualar las expectativas de devaluación que preceden a cada movimiento cambiario. Acomodar el dólar hacia arriba alienta generalmente la demanda de divisas de los ahorristas y encarece el costo de fondeo en pesos para las entidades. Este costo de fondeo es, a su vez, un fuerte componente en las tasas de los créditos. Con lo cual, un dólar planchado dará margen a los bancos para mantener sus tasas de interés planchadas y ofrecer crédito algo más barato y de largo plazo.
La última de las cuatro grandes ventajas que enumeran es la posibilidad de aliviar a las compañías de servicios públicos en la asfixia que padecen desde el 2002 hasta hoy por el encarecimiento de los insumos importados y los commodities. Sincerar las tarifas de gas, de luz, de teléfono y de transporte, como tarde o temprano tendrá que hacer este gobierno, siempre será menos imposible e impopular con salarios en pesos más fuertes y con costos fijos menos exorbitantes.
Fuente: El Cronista
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