Testimonios
miércoles, 11 de abril de 2012
Fue la protagonista absoluta de la historia de privatización del banco. Después de muchos años de ausencia de la escena pública, la contadora dio una entrevista exclusiva y contó detalles que por primera vez salen a la luz.
Hace casi 17 años el Banco San Juan pasaba de la gerencia estatal a manos privadas a través de un proceso de licitación que llevó meses de trabajo. La contadora Nélida Martín lideró este proceso como presidenta del banco y por primera vez contó los detalles más íntimos de esta historia.
Con una lucidez asombrosa, Martín recordó su paso a paso por el Banco San Juan. Reconoció que tuvo que ser muy dura y firme en sus decisiones para lograr el respeto en un ámbito y en una época en la que las mujeres no ocupaban lugares de mando.
Pero no fue convocada por casualidad, ella había sido síndico del banco durante 12 años y había manejado las cajas de la provincia como secretaria de Hacienda, trabajó para gobiernos intervenidos, para gobiernos bloquistas y justicialistas, su capacidad en la función pública estaba más que probada.
Su intervención en el banco fue en dos etapas: durante la última gobernación de Leopoldo Bravo, 1983-1985, como interventora, normalizadora de la institución; y luego durante el proceso de venta del paquete accionario, en 1995, cuando era gobernador Jorge Escobar. La primera etapa en la presidencia le costó mucho, confesó Martín; los gerentes del banco consideraban que eran las autoridades porque en una huelga anterior lo tomaron y lo salvaron. “Costaba mucho tirar la rienda y que no se prestara mal la plata. No era fácil porque eran amigos de toda la clientela del banco. Por eso se volvió a fundir al poco tiempo, yo lo dejé equilibrado y con superávit”, contó Martín.
Después de años de trabajo logró recuperarlo y transformarlo en el banco estrella. “Yo entraba al Banco Central como si fuera la presidenta del Central, me abrían las puertas, todos me conocían porque sabían que habíamos logrado dejar una unidad fabulosa. Las utilidades de los últimos años eran muy buenas y hasta se repartieron con el personal”, contó.
Pero la tarea más difícil fue el ordenamiento previo a la privatización. En 1995, era gobernador Escobar, en el marco del Programa de Reforma y Saneamiento del Estado Provincial, se decidió licitar el 75 % del capital accionario del Banco San Juan. Pero antes de licitarlo había que volver a ordenarlo. “Escobar me llamó y me pidió que me haga cargo del banco, cuando yo era su ministra. Al banco lo tenía tomado el personal, era una figura para no liquidarlo. El Banco Central estaba exigiendo la regularización y cuando intervengo continuamos como si siguiera en condiciones normales, con un directorio”, recordó Martín.
Averiguó quiénes podían ser las firmas asesoras que la ayudaran en la recomposición del banco con miras a la privatización y llamó a un profesional que trabajó como director en el Banco Central y que ella conocía.
El principal problema, contó, era el endeudamiento. Cuando Martín llegó al banco, el inventario fue de 500.000 pesos en moneda de baja numeración y el pasivo era de 286 millones de pesos. “Cuando me pongo a pensar en lo que hice, digo: gracias a Dios lo pude hacer bien. No soy de pensar mucho en el pasado, pero el banco sí me obsesiona a veces, porque no sé cómo logré salvar una institución que debía 286 millones y tenía 500.000 pesos para responder, fue casi un milagro”, dijo.
Para sanear el banco la provincia tuvo que pedir un préstamo de 80,7 millones de dólares al Banco Mundial. La plata se destinó a compensar a los ahorristas afectados por la privatización. El ordenamiento partió por la devolución de depósitos a todos aquellos que lo requerían. Como a pesar del crédito obtenido, el banco no tenía fondos suficientes, todos los días se armaba caja con fondos que llegaban de algún depósito importante, y se devolvían en cuotas mensuales. “El banco se salvó porque tuvo un gran amigo que fue su clientela, la gente que tenía sus depósitos chicos pero que sumados eran mucha plata. Yo recibí a todos los depositantes de cifras millonarias y a todos se les restituyó el dinero. Pero nunca fue una persona con pocos recursos en caja de ahorro o en plazo fijo a pedir la plata. Yo establecí un régimen donde la gente sacaba su cuota y todos los ahorristas chicos acataron eso”, destacó. Los que sí pasaron por su oficina a exigir los fondos fueron los grandes ahorristas. “Lo único que me molestaba no era que fueran a verme, porque la plata era de ellos, pero sí que me dijeran: ‘no te preocupés Nélida, enseguida te lo vamos a volver a depositar’. Que me trataran de estúpida me molestaba, pero bueno, por supuesto que no volvían. Los clientes chicos acompañaron al banco para su recuperación, cosa que no hizo el gran depositante”.
Pero había un tema complicado a resolver para poder licitar y era la cartera de deudores que tenía el banco, Martín no recordó la cifra exacta pero se habló de unos 200 millones de pesos, el famoso Residual del Banco San Juan. La contadora explicó que se transfirió la deuda a la Provincia porque se tenía que hacer cargo el dueño del banco, que era el Estado, “si quería vender había que hacer un paquete que le sirviera al que lo compraba, que le permitiera empezar a trabajar, si no, no lo iba a comprar nadie. Se tuvo que hacer cargo la provincia”. Así el Residual pasó a la provincia, se transfirió antes de la venta de acciones. Esa deuda está hoy en Fiscalía de Estado, “y no creo que nadie haya pagado”, opinó Martín.
Cuando se logró que el banco fuera una unidad económica que era factible de desarrollar, se inició el proceso de su venta.
El proceso de licitación tuvo la intervención de autoridades del Banco Central porque era una exigencia del Banco Mundial para el otorgamiento de préstamos. “Ellos no venían a prestar para que nosotros derrocháramos, estaban controlando qué hacíamos con la plata y para eso estaban los representantes”, dijo. El equipo de Martín realizó los pliegos con el asesoramiento de una empresa consultora.
El llamado a licitación se hizo tres veces y la misma interventora golpeó las puertas de los empresarios más calificados para que compraran, sin mayor suerte. “Hasta que un día le fui a rogar al ingeniero Eskenazi que por favor se presentara (se agarra la cara con desesperación), que se hiciera cargo del banco porque no sabía a quién venderle. Como nosotros le habíamos ayudado mucho desde el banco cuando su empresa (Petersen, Thiele & Cruz) construyó el barrio Aramburu, él tenía cierto compromiso moral. Le dije: le estoy dejando una unidad que me lo va a gradecer hasta el último día de su vida; el banco que le dejo será exitoso”, recordó la doctora. Eskenazi no sabía nada de gerenciar bancos, él era un constructor, pero Martín buscaba inversores, no expertos bancarios.
También habló con el grupo de accionistas más chicos, Chirino y Nacusi, y les dijo lo mismo, que el banco que se privatizaba estaba en condiciones de ser muy bien gerenciado, “si es así será exitoso, será un gran banco”, les aseguró.
El resto es historia conocida: Eskenazi se presentó y ganó. Por el banco pagaron a la provincia $11,5 millones. “Como buen empresario, él buscó gerentes del Central, gente muy bien preparada”, acotó Nélida.
El banco fue un buen negocio, el mismo grupo inversor compró después el Banco Santa Cruz, el Santa Fe y el Entre Ríos. “El Banco San Juan fue el que les permitió poder comprar todos los demás y fue porque la unidad estaba armada para que funcionara con una buena gestión, porque la relación activo pasivo era la correcta”, acotó la contadora.
Eskenazi y Martín siguen en contacto. En el living de su casa ella tiene una foto donde aparece junto a Enrique Eskenazi y su hijo Sebastián. Ellos siempre la invitan a las reuniones que se hacen con el personal del banco, como cuando cumplieron 15 años. “Siempre me invita porque yo me porté bien con ellos en el sentido de que lo que les vendía era bueno, sólo era cuestión de gestión”, dijo.
Con una mirada analítica, Nélida aseguró que siempre trabajó “al borde del abismo, en instituciones que estaban más cerca de la muerte que de la vida. Pero peleando logré sacarlo; fue una tarea muy difícil, tenía a todo el mundo de enemigo. Al final los empelados se bajaron un poco del caballo porque si no se quedaban en la calle y para salvar al banco había que respetar las instrucciones, tuve bastante resistencia de la gerencia pero tuvieron que acatar. Yo no podía ser la buena, es como una familia donde el padre se queda sin trabajo y terminan de comer hasta lo último que tienen y llega el día en que no tienen qué poner en la olla; es lo mismo, el banco es una familia de mucha gente unida con un objetivo común”, destacó.
Y agregó: “ahora me siento feliz de ver el éxito del banco. Uno mira su vida hacia atrás y lo que te queda en beneficio es que las cosas que hiciste fueran buenas, que tuvieran frutos. El banco dio sus frutos sin que se le regalara nada a nadie; bueno, cuando me fui el personal me regaló un ramo de gladiolos enorme y no se lo pude llevar a la Virgen porque era Semana Santa y no se ponen flores en las iglesias”
Fuente: Tiempo de San Juan
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