Opinión
viernes, 18 de mayo de 2012
Desde los fundamentos de la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, que se convirtió en ley, Mercedes Marcó del Pont junto a la ministra de Industria, Débora Giorgi, se han abocado a una campaña de acercamiento del sector financiero a las empresas de la denominada economía real, para impulsar el crédito a la producción y el desarrollo de emprendimientos productivos.
Visto así, parecería que la iniciativa de redireccionar la masa de préstamos a la producción –a partir de fondos públicos, como el recientemente ampliado Fondo del Bicentenario, con recursos principalmente del Banco Central–, pero también de seducir a la banca pública y privada, se fundamenta en la falta de convicción de los banqueros de cumplir con el leit motiv de su negocio de captar depósitos, por el que pagan una tasa de interés al ahorrista, para prestarlos luego a empresas y personas por una tasa mayor.
Sin embargo, los últimos datos del Banco Central dieron cuenta de que en abril la masa total de crédito bancario, en pesos y dólares, se elevó 40,4% en comparación con un año atrás.
Esto se da un ritmo que cuadruplica la tasa de inflación que informa el Indec y que casi duplicó a la estimada por las consultoras privadas. En ese período, el insumo de las entidades financieras, los depósitos, crecieron a un ritmo de 22 por ciento.
De ahí surge que, lejos de estar los bancos "sentados sobre la plata", desbordando liquidez que sólo canalizan al financiamiento del sector público, principalmente a través de la compra de letras y notas del Banco Central, en el último año han mostrado una apertura singular de las líneas de crédito.
El Informe Monetario dio cuenta de que en los últimos doce meses todos los segmentos del crédito crecieron a tasas siderales.
Para inversión aumentaron 83%, aunque representaron apenas poco más del 4% del total; los adelantos en cuenta y descuento de documentos, principalmente por parte de las PyME, subieron 50% y 34%, respectivamente; los hipotecarios 37% y los prendarios, para la compra de automotores, 54%, mientras que los personales y a través de tarjeta de crédito 41% y 51%, en cada caso.
Incluso, si se apela a un cálculo más sofisticado, como es la relación entre el total de crédito bancario, en pesos y en dólares, con el valor del PBI (generación de riqueza por parte del conjunto de residentes en el país), surge que en los últimos doce meses se pasó de 15% a casi 17%. Es decir, en términos reales, aumentó en el equivalente a dos puntos del PBI.
En línea con semejante avance, el informe de marras dio cuenta de que mientras en abril de 2011 el conjunto de las entidades prestó el equivalente a 59,5% del total de los depósitos que recibieron en pesos y dólares, doce meses después saltó a 68,5 por ciento.
Aún a mitad de camino Es cierto que el mercado de crédito de la Argentina es muy chiquito, casi la tercera parte, en términos de PBI, del que registran Brasil o Chile, y mucho menos en comparación con las grandes economías desarrolladas, a tono con la virtual ausencia de un mercado de capitales.
Pero, sin ir tan lejos, sólo con volver la vista unos 12 a 15 años atrás, en la Argentina la masa de crédito bancario superaba largamente los 20 puntos del PBI. De ahí que la pregunta debe ser: ¿Por qué aún se está lejos de esa referencia?
¿Es por extremo conservadurismo de los bancos, tras haber alcanzado inéditos índices de mora –menos de 2%, con algunos bancos privados que incluso ya están por debajo de 0,5% de la cartera, cuando en 2002 y 2003 se ubicaban en torno a 18 por ciento–? Puede ser, en alguna medida.
Pero al analizar la estructura de los préstamos otorgados, donde los créditos para inversión no alcanzan a 5%, surge con claridad que el principal responsable del relativo exceso de liquidez del conjunto de los bancos se sustenta en la escasez de proyectos.
Esto no parece tanto responder a la falta de sustentabilidad, sino a la carencia de un clima pro inversión, que surge de una conjunción de políticas: régimen de precios administrados, pese a que fracasó a la luz de la tasa de inflación real; las restricciones a las importaciones, más las restricciones de insumos y bienes de capital para la producción que para el consumo prescindible; el desaliento, hasta la prohibición del pago de dividendos; la resistencia a cerrar el capítulo del default con el Club de París, fenómeno que veda el acceso al abundante crédito internacional; el divorcio entre la tasa de devaluación y el aumento de los costos, virtual corralito cambiario, entre otras tantas que han conducido a una singular desaceleración de la tasa de aumento del PBI, que parece encaminada a terreno negativo y más asociada al escenario doméstico que al internacional.
Afortunadamente, la Argentina es muy rica en recursos naturales y pronto comenzarán a difundirse estimaciones de la próxima cosecha 2012/13 que marcarán una singular superación respecto de la pobre del ciclo que finaliza. Eso junto a la liquidez que mantiene el sistema financiero podría reimpulsar la actividad productiva y comercial. La tercera pata que falta es recrear un clima de negocios con más libertades que prohibiciones.
Fuente: Infobae
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