crisis financiera internacional
lunes, 07 de enero de 2013
La intervención de los organismos monetarios de EE.UU., Europa, China y Japón permitió evitar que la crisis se desbarrancara durante 2012. Pero a costa de generar riesgos que podrían agravarse a lo largo de 2013
Sólo bastó una frase para calmar buena parte de las aguas turbulentas en las que se encontraban los mercados financieros a mediados de 2012: El Banco Central Europeo hará todo lo que haga falta para sostener el euro. Su autor, Mario Draghi, presidente del organismo, actuó como una especie de Moisés financiero para que el pueblo de Europa lograra atravesar las aguas y (por un tiempo por lo menos) se aquietaran las tensiones especulativas. Pero más allá de la referencia bíblica, este 2013 que se inicia será otra vez una prueba de fuego para el BCE y los demás bancos centrales más poderosos del mundo.
Tanto Draghi en la zona euro como Ben Bernanke en EE.UU. y las demás autoridades monetarias deberán hacer gala de mucha habilidad en el diseño de sus políticas para seguir impulsando la reactivación económica de sus bloques y evitar los efectos colaterales de las medidas tomadas hasta ahora, empezando por el fantasma de la inflación, que todavía sigue siendo virtual pero pronto debería comenzar a mostrar sus dientes en varios países.
Entre el BCE, la Reserva Federal, el Banco de Japón (BoE) y el Banco Popular de China, quien tiene más trabajo en este primer semestre de 2013 es sin lugar a dudas el máximo organismo monetario europeo. Es que si bien las compras de deuda pública van a seguir de manera ilimitada y sistemática (el diferencial de tasas de interés que pagaban los bonos españoles e italianos, que en medio del año pasado había llegado a niveles insostenibles, logró ser reducido gracias a la amenaza verbal del BCE), todavía no se recuperó el crédito privado.
Efectivamente, muchos de los problemas que arreciaron en estos últimos años siguen estando ahí, empezando por el acceso al financiamiento bancario, que es para unos pocos desde mediados de 2010. Incluso los bancos europeos siguen dependiendo del suero que les administra el BCE. Las entidades españolas e italianas se refinanciaron en la ventanilla del organismo por un total de más de 600.000 millones de euros en los últimos 6 meses.
Pero lo que no se resolvió aún y que seguramente va a pesar de manera significativa en los mercados financieros es el hecho de que la zona euro no genere crecimiento económico suficiente y que los desequilibrios fiscales sigan existiendo, a pesar de los ajustes aplicados en estos años. Para los analistas, además existe el riesgo de que los distintos gobiernos europeos tengan durante 2013 menos incentivos para seguir reduciendo sus déficits fiscales, puesto que la tarea del BCE en 2012 sirvió para relajar las presiones del mercado.
Por otra parte, las elecciones alemanas de fin de año también pueden interferir de manera profunda en la política llevada adelante por el BCE hasta ahora. A nadie escapa que buena parte de la sociedad alemana considera que las últimas medidas del Banco Central Europeo perjudicaron a su independencia y a la fortaleza del euro, por lo que un cambio de mayorías políticas podría complicar las cosas para el BCE y su intervencionismo.
El regreso del fantasma
Si hasta ahora no se habla de inflación (más allá de la Argentina y Venezuela), es porque todavía no generó impacto en el nivel de precios la política de emisión monetaria ultra expansionista de la Fed (y en menor medida del Banco de Inglaterra y, próximamente, del Banco de Japón). Si bien muchos economistas alertaron del riesgo inflacionario desde el principio del Quantitative Easing (QE) en 2008, la realidad mostró que todavía no se registró ningún traslado a los precios. Por eso el banco central estadounidense ya avisó que no tenía pensado modificar el nivel actual de tasas de interés de referencia cercanas a cero por varios años y que tampoco iba a cambiar drásticamente de estrategia monetaria, a pesar de que los efectos del QE sobre el crecimiento económico sean cada vez menos significativos.
Para EE.UU., la emisión monetaria y su consabido impacto en la depreciación del dólar sirven para licuar parte de su gigantesca deuda y para mejorar la competitividad. Pero la Fed sigue siendo quien administra el suero a la economía estadounidense, por lo que todavía falta para confirmar que la reactivación sea robusta y no dependa de la política monetaria. Y que la inflación vuelva a ser un problema serio como lo fue a principios de los años 80. Mientras tanto, habrá bancos centrales como el de Brasil que deberán seguir aplicando controles para evitar que sus monedas no se aprecien demasiado.
Mientras tanto, muchos analistas apuestan a que la vedette de 2013 será, en materia de bancos centrales, el de Japón. Porque con el cambio de gobierno y de su máxima autoridad monetaria, se espera que se rompa un dogma de fe como fue sostener un yen fuerte, algo que hasta ahora impidió a la economía recuperarse de varias décadas de crecimiento casi nulo. Con el nuevo gobierno, las metas de inflación serían corregidas al alza, lo que debilitaría también al yen y generaría tensiones en las demás monedas. En 2012 se volvió a hablar de la guerra de divisas; en 2013 parece que los bancos centrales tendrán mucho que ver en este aspecto.
Fuente: El Cronista
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