tarjeta de crédito
lunes, 17 de junio de 2013
Buscan reducir preventivamente el financiamiento en los segmentos más afectados
El escenario apura a los banqueros a desempolvar las medidas que suelen tener preparadas para las épocas de crisis. Asustados por el crecimiento de la morosidad que percibieron en el comienzo de este año, especialmente en abril y mayo, algunas grandes entidades del sistema resolvieron en estas semanas aplicar una lista de acciones preventivas sobre el financiamiento que otorgan a través de sus tarjetas de crédito: recortar límites de compra y financiación que establecían para los usuarios de ingresos más bajos; aumentar la proporción del pago mínimo permitido sobre el saldo total que vence mensualmente para esta misma franja de cliente; eliminar descuentos y beneficios en rubros determinados; y activar las clásicas prácticas de "mora temprana" para evitar los atrasos en los clientes más desprolijos, como los llamados telefónicos y recordatorios que envían a través de los resúmenes de cuenta.
El objetivo de las grandes entidades financieras, especialmente las que trabajan con mayor proporción de usuarios de ingresos bajos, es reducir la cantidad de dinero que vuelcan sobre este segmento, frente a las mayores demoras que empezaron a percibir en los pagos de las tarjetas de crédito durante la primera parte del año y que atribuyen, especialmente, a la inflación, la caída del empleo y la demora en la definición de las paritarias.
En algunos casos, la reducción de los límites de compra y financiación ya fue aplicada, y se ubicó entre un 15% y un 30% del monto que disponían determinados usuarios hace más de dos meses. Por la misma razón, en esas mismas entidades también resolvieron preventivamente un aumento en el porcentaje del pago mínimo que deben afrontar estos clientes sobre el importe total a pagar. El pago mínimo es un porcentaje del saldo total de la tarjeta que cobran las entidades para terminar refinanciando el monto restante a tasas de interés más altas (el llamado revolving), y que está conformado por las comisiones, los costos administrativos (seguro de vida e impuestos) y una cantidad proporcional del financiamiento en cuotas. Los bancos logran una buena rentabilidad cuando este refinanciamiento es sostenible, pero afrontan pérdidas demasiado pesadas cuando el cliente empieza a mostrar incumplimientos porque están obligados a hacer "previsiones" por cada uno de ellos.
Otro de los mecanismos que se está aplicando para evitar el avance de la cartera irregular es el ofrecimiento de préstamos personales a aquellos usuarios que arrastren incumplimientos en los pagos de sus tarjetas de crédito. La propuesta les permite a las entidades, además de evitar la morosidad, volver a refinanciar estas deudas a tasas de interés que no están reguladas, hasta ahora, por el Banco Central.
En las cifras oficiales ya se registra una desaceleración en el ritmo de colocación mensual de préstamos al consumo que las entidades habían alcanzado durante el año pasado. El sector se ve más dinámico, en cambio, en el segmento a empresas, donde debe volcar las líneas de inversión productiva que le impone semestre a semestre el Banco Central.
La morosidad de los clientes bancarios se mantiene todavía en niveles históricamente bajos. Pero el ritmo de crecimiento de los últimos meses alcanzó a preocupar un poco más a las áreas de riesgo del sector. Lo que se está notando, dicen, es el efecto en los ingresos de clientes que provocan la demora en el cierre de las paritarias, la suba en los precios de los productos básicos y la menor cantidad de puestos de trabajo que se percibió durante el primer trimestre del año (unos 211.000 respecto del período anterior, según el INDEC).
Los banqueros creen que estas medidas podrían alcanzar a frenar el ritmo de avance de la irregularidad en los próximos meses, en momentos en que los trabajadores empiezan a percibir algunos aumentos salariales. Pero no descartan, así y todo, que se profundice el aumento. En este caso, los siguientes pasos podrían suponer una mayor contracción del crédito y una suba en las tasas de interés. El escenario, según recuerdan, empieza a parecerse bastante al que los tocó vivir en 2009. El peor año, precisamente, de los últimos diez.
Fuente: Ambito
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