sistema bancario

El crédito cae por primera vez desde enero de 2010, rendido ante la fuerte suba de tasas impulsada por el Central

lunes, 14 de abril de 2014

El encarecimiento del costo del dinero se hace sentir con fuerza. Hay un mayor temor a tomar deuda, producto de un escenario más incierto. En el caso de los ahorristas, influye la creciente cautela ante perspectivas laborales menos favorables. Las compañías optan por "patear" proveedores

El "movimiento de pinzas" que ideó y puso en práctica el Banco Central a mediados de enero pasado está demostrando, hasta el momento, que sirvió para alcanzar los objetivos iniciales planteados.

Entre ellos, el de llevar algo de paz al mercado cambiario, frenar al blue, morigerar la caída de reservas y defender al peso, induciendo para esto último a que los bancos paguen un mayor interés por los depósitos a plazo fijo.

La estrategia oficial se remite a las prácticas más ortodoxas de política monetaria, que giran en gran medida en torno a la suba de los tipos de interés para darle más atractivo al ahorro en moneda local.

Allá por noviembre del año pasado, el contexto económico mostraba rendimientos por plazos fijos muy por debajo de la inflación real, al igual que un tipo de cambio ostensiblemente retrasado.

Con la asunción de las nuevas autoridades se aceleró sustancialmente el ritmo de devaluación hasta que en enero se produjo un violento salto que ubicó a la divisa estadounidense en torno a los $8.

Luego, el BCRA prácticamente dejó "clavado" el precio en ese nivel. En paralelo, impulsó una fuerte suba de las tasas de interés.

De esta manera, dos de las principales variables clave de la economía (tipo de cambio y tasas) se reacomodaron varios escalones más arriba.

Esto no sólo dio lugar a fuertes alteraciones en los mercados. También fogoneó la inflación y contribuyó a enfriar la actividad económica, producto del encarecimiento del costo del dinero.

"El motivo por el cual el Banco Central tuvo que apelar a estas medidas es porque este tipo de políticas suelen ser el remedio que surte mayor efecto a corto plazo", afirma Gastón Rossi, director de LGC.

Según Francisco Gismondi, analista de Empiria y ex economista del Banco Central, "los créditos al sector privado están bajando en términos nominales por primera vez en muchos años, lo cual es un dato por demás significativo".

El impacto en el sistema financiero

El efecto inmediato de las políticas implementadas fue el "frenazo" que sufrieron el total de los depósitos, que se componen de:

• Dinero en cuentas corrientes.
• Dinero en cajas de ahorro.
• Colocaciones a plazos fijos.

En su conjunto, se produjo una caída en "términos reales" en el primer trimestre, ya la cifra global se incrementó un 3% frente a una inflación que avanzó el 10%.

Sin embargo, al desagregar este porcentaje, se observa que cuentas corrientes y cajas de ahorro descendieron fuerte y, en sentido inverso, se produjo un notable avance de los plazos fijos.

Este dato no es menor para los bancos. Al haberse reducido los dos primeros (plata que reciben y por la que no pagan nada) e incrementado el tercero (dinero por el que sí abonan un interés) esto dio lugar a un encarecimiento del costo del fondeo.

En relación a los dos primeros, el gran descenso se dio en las cajas de ahorro, que perdieron nada menos que un 12%.

"El derrumbe del dinero en cajas de ahorro tiene varias explicaciones, pero la principal es que muchos ahorristas que mantenían capital ocioso ‘por las dudas' optaron por volcarlo a un plazo fijo. En especial, a través de operaciones de home banking, para así aprovechar los intereses muy atractivos que se están pagando", señala un ejecutivo de cuentas de un banco nacional de primera línea.

"También influyó la estacionalidad de marzo. En particular, por la mayor necesidad de hacerse de efectivo, ante el encarecimiento de los bienes y servicios", agrega.

Esa caída en el dinero en cajas de ahorro se vio compensada por el avance de los plazos fijos (14% en sólo tres meses), que fue la respuesta natural ante la suba de las tasas de interés.

Lo cierto es que este cambio del "mix" de dinero -menos del "gratis", (cuentas corriente y cajas de ahorro) y más del "rentado" (plazos fijos)- incidió notablemente en el encarecimiento de los préstamos, producto del aumento del costo de la "capacidad prestable".

Esto es así, porque antes el 60% de los depósitos tenía costo cero y el 40% pagaba intereses. Ahora la relación es 50-50, lo que encarece el fondeo.

A lo largo del primer trimestre, los créditos apenas subieron un 1,5%, por lo que el stock de financiamiento de los bancos también perdió un considerable terreno frente a la inflación.

Así las cosas, las diferentes líneas crediticias reaccionaron a la baja. El gran repunte se dio en los adelantos en cuenta corriente, que avanzaron casi un 20% en el primer trimestre, producto de las complicaciones en la cadena de pagos.

"Las líneas que no tienen ningún tipo de subsidio son las que más se resienten, aunque también hay algunas que se ven afectadas por la caída de la demanda del bien a la que están atadas, como el caso de los prendarios para los autos", afirma Rossi.
Para el economista de LCG, el problema no sólo se vincula a créditos más caros sino también a la retracción y mayor cautela de la sociedad.

"Por el lado de la demanda, los particulares perciben que su salario real caerá y sienten mayor inestabilidad en el empleo, lo que hace que muchos posterguen la decisión de asumir nuevos compromisos", agrega.

El experto sostiene que "por el lado de la oferta, los bancos son más precavidos, porque deben estar atentos a que no se eleve la morosidad y no ven que las tasas vayan a bajar en el corto plazo".

En lo que se refiere a las empresas, en particular las medianas y chicas, los niveles actuales de tasas las llevan a "querer financiarse vía otros medios, como por ejemplo a través de dilatar pagos a sus proveedores", argumenta Gismondi.

En definitiva, para este experto, con los actuales niveles de costo del crédito y expectativas menos favorables en lo laboral y económico, tanto personas como empresas "optan por esperar antes de tomar deuda".

Esta afirmación es compartida por el economista Rodrigo Benitez, director de la consultora Alpha, que sostiene que la caída de la demanda de crédito obedece a la combinación de dos factores: "Un deterioro de las expectativas y el encarecimiento de los préstamos".

"En ese marco, tanto empresas como individuos, restringen la toma de financiamiento y buscan bajar los niveles de deuda", agrega.

"Movimiento de pinzas" del BCRA

La definición tradicional de la palabra "ahorro" dice que es una conducta orientada a "posponer consumo presente para hacerlo a futuro".

Si el objetivo del Gobierno fuese precisamente ese -a través de la elevación de las tasas de interés- sin duda, está en vías de lograrlo.

Y lo hace por partida doble: por un lado alienta la postergación del gasto privado por la mayor seducción de los plazos fijos. Por otro, se produce un "enfriamiento" del crédito, que fue el camino elegido para sostener durante buen tiempo a la demanda privada.

La pregunta es si la administración K podrá sostener este esquema en el tiempo.

Según Gismondi, "las tasas no van a subir en los próximos meses. Podrían estar iguales o incluso un poco más bajas, si bien es peligroso que caigan mucho porque la calma lograda en el mercado cambiario fue, entre otros factores, producto del impulso alcista que tuvieron".

En igual dirección, Benitez cree que "deberían seguir en los niveles actuales hasta que no se confirme una desaceleración significativa de la inflación".

Para los meses venideros, Gismondi considera que el Gobierno podría bajar levemente los intereses, entre uno y dos puntos, cuando ingresen los dólares de la soja.

"Obviamente, esto sucederá siempre y cuando continúe reinando la calma. A partir del segunde semestre, la situación puede cambiar si vuelven a escasear la divisas, lo que podría inducir al Central a volver a subir los tipos de interés", afirma el economista de Empiria.

Este riesgo al que hace referencia tiene que ver con lo que sucedió en enero último, cuando el Gobierno debió incrementarlas fuertemente y devaluó para que "no se descontrole" la situación cambiaria.

Según Benitez, de mantenerse en los niveles actuales, el ritmo devaluatorio debería ser "del orden del 18% al 20% para no perder competitividad, pero ese nivel solamente es sostenible con tasas de interés elevadas", afirma.

Para Rossi, al finalizar el segundo trimestre, el Banco Central deberá analizar tres factores: las expectativas de devaluación, el nivel de la tasa de interés y la inflación.

En su opinión, "si de aquí a junio cae la actividad, habrá presiones políticas para bajar las tasas, aunque la prioridad del Gobierno seguirá siendo el frente cambiario". 

Fuente: iProfesional