Pesos / Reales -competitividad
lunes, 31 de agosto de 2015
Hace 20 años, los industriales sufrían en carne propia la crisis de Brasil. Hoy, con matices, la amenaza vuelve a cobrar fuerza. El tipo de cambio con el principal socio comercial, descontando inflación, arroja el peor nivel desde el fin de la convertibilidad. Las exportaciones ya lo están sintiendo
A finales de los años ‘90 estaba en boca de todos la expresión "efecto capirinha". No era más que una metáfora con la que se hacía referencia a la enorme crisis que estaba castigando a la economía brasileña y, principalmente, a los coletazos que ésta tenía sobre la Argentina.
En aquel entonces, el país vecino -comandado por Fernando Henrique Cardoso- se veía afectado por una fuerte caída del nivel de actividad, fuga masiva de capitales, cuentas públicas en rojo y una seria pérdida de competitividad. Variables que, en cierta medida, resultan ser bastante similares a las que hoy ahogan a la presidenta Dilma Rousseff.
En la memoria de los hombres de negocios están los recuerdos de aquella gran crisis de fines de los noventa: de un día para el otro, Brasil avanzó con una gran depreciación de su moneda, cuyos efectos se hicieron sentir de este lado de la frontera.
Las exportaciones argentinas hacia ese destino se desplomaron, se profundizó el deterioro de la economía doméstica y se disparó la tensión cambiaria. Todos los sucesos derivaron, unos años después, en la megadevaluación que puso fin al plan de convertibilidad.
Mucho tiempo ha pasado desde ese entonces. Pero los fantasmas vuelven a aparecer.
Los analistas ya hablan de un “efecto capirinha” versión 2015 que, si bien no tiene la magnitud del "tsunami" que se desató hace casi 20 años, sí está agravando los problemas que arrastra la economía comandada por la administración K.
Un dato clave que se conoció este viernes es que Brasil entró “oficialmente” en recesión en el segundo trimestre del año, dado que su PBI cayó un 2,6% frente al mismo lapso de 2014, acumulando además dos períodos consecutivos con tasas negativas.
Según se desprende de datos oficiales, el deterioro de la economía que comanda Rousseff obedece principalmente a un desplome de la inversión, de un nivel del 8% y a una baja del consumo, del orden del 2%.
“En Brasil, las exportaciones vienen cayendo de manera sostenida y también hay salida de capitales privados. Esta combinación, que derivó en un menguado flujo de dólares, terminó impactando en el mercado de cambios”, apuntó Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica.
En los últimos 12 meses el real se devalúo un 50% en términos nominales, un movimiento que encendió todas las alarmas entre las empresas locales, dado que esa nación, en años de bonanza, llega a ser el destino del 40% de las exportaciones de bienes industriales.
Según Castiñeira, esta depreciación se dio porque “el Banco Central de ese país decidió no sacrificar ni un dólar de las reservas acumuladas para defender la moneda, como suele hacer la Argentina. El problema es que la devaluación conllevó a una caída del consumo en general y de lo importado en particular”.
Así es como el debilitamiento del real brasileño deja muy mal parada a las empresas nacionales, que deben lidiar con un creciente atraso cambiario.
“Los precios de los bienes y servicios crecen mucho más rápido a nivel local que en cada uno de nuestros socios comerciales. Y no existe una tasa sustentable de devaluación nominal que alcance a compensar ese fenómeno. Esa es la razón por la cual nos encarecemos en forma sostenida”, explicaron desde el estudio Ledesma.
En tanto, desde la consultora Finsoport, que dirige Jorge Todesca, alertaron que “en un contexto de tasa de inflación elevada la política de relativa fijación del dólar determina inexorablemente una continua pérdida de competitividad para el sector industrial argentino”, situación que “se ve agravada por el debilitamiento de la moneda brasileña”.
De hecho, en la actualidad, cualquier indicador que se analice arroja una situación completamente desventajosa para las compañías nacionales a la hora de querer competir por un espacio en las góndolas del país vecino.
Un análisis de Consultora Ledesma revela un dato preocupante: si se toma como base el año 1998, el tipo de cambio con Brasil arrojó en julio una relación de 0,76 pesos por real (descontando la inflación en ambos países).
Para tener una referencia, basta saber que en 2012 ese mismo indicador estaba en $1,64 por cada unidad de moneda brasileña. De modo que en poco más de tres años, el colchón de competividad cambiaria se desplomó cerca de un 55%.
Peor aun, la proyección trazada para agosto, según la consultora, arroja que ese indicador “ya alcanzó el mismo nivel crítico que se registraba en el período que se inició entre 1999 y 2001”, es decir, el lapso en el cual se desató la crisis brasileña y argentina.
Para agravar el panorama, se suma que hoy en día en la Argentina un peso pasó a "valer" más que un dólar. En efecto: si se observa el tipo de cambio real con respecto al billete verde (es decir, descontando inflación), la cotización actual es de $0,93, la peor relación en más de quince años.
Negocios en riesgo por u$s2.500 millones El director de Abeceb, Dante Sica, consideró que "la devaluación del real, la revisión de metas fiscales dispuestas por el gobierno de Brasil y el nuevo recorte de gastos, afectará a la Argentina con una mayor caída en el volumen de exportaciones a ese país, lo que impacta directamente en la actividad industrial".
A la hora de medir el alcance que estas variables tendrán sobre el "Made in Argentina", Todesca advirtió que la crisis brasileña amenaza con hacerle perder a las empresas locales negocios de exportación por la friolera de u$s2.500 millones.
Y, en gran medida, los efectos ya se están haciendo notar. Según datos del INDEC, durante los siete primeros meses del año las ventas hacia ese país apenas alcanzaron los u$s6.700 millones, un nivel 23% más bajo que en igual lapso de 2013 y que, además, se constituyó en el peor registro desde 2009.
Esto derivó en una disparada del déficit comercial bilateral.
Conforme se potenció la debilidad del real y se agravó la crisis de la economía brasileña, el saldo negativo no hizo más que profundizarse: entre enero y julio de este año, dicho déficit trepó hasta los u$s1.240 millones, tres veces más que el acumulado en igual período de 2014 (-u$s396 millones).
En este escenario, las ventas de autos nuevos en Brasil continuaron mostrándose muy débiles durante julio, en un contexto de tasas de interés elevadas y preocupantes niveles de desempleo, que erosionaron la confianza de los consumidores y contribuyeron a profundizar una crisis en un sector que es responsable de una quinta parte de la producción industrial.
Así, los patentamientos se desplomaron un 23% en julio respecto al mismo mes del año anterior, según Fenabrave, cámara que nuclea a los concesionarios de ese país. Y esta menor demanda la está sintiendo en carne propia la industria automotriz argentina.
Según datos de ADEFA, durante los primeros siete meses del año se despacharon hacia ese mercado 120.600 vehículos, unos 50.000 menos que en 2014 (baja del 30%) y 107.000 unidades por debajo de 2013 (desplome de casi 50%).
“Nosotros estamos atentos mirando a China, pero la mayor preocupación es Brasil, que va a tardar cinco años en recuperar los niveles de la demanda de 2013. Por eso debemos prepararnos para una región que va a exigir mejoras de competitividad muy fuertes para expandir nuestra producción”, advirtió el economista Dante Sica.
La estrategia oficial: no devaluar El Gobierno dejó en claro su estrategia en esta última etapa de Cristina Kirchner en el poder. No sólo eso. La Presidenta también intentó condicionarle el camino a Daniel Scioli, en caso de que éste llegue al Ejecutivo.
En su última alocución en la Bolsa de Comercio, la mandataria planteó un conflicto de intereses entre la competitividad cambiaria y el consumo doméstico, al tiempo que rechazó de plano llevar adelante una depreciación del peso al considerar que una medida de esa índole equivaldría a “destruir al único dique de defensa que nos queda, que es el mercado interno”.
La Presidenta incluso puso como ejemplo de lo que no hay que hacer a Brasil que, pese al fuerte debilitamiento de su moneda, no logró impulsar las ventas al mundo.
"Hay que analizar los efectos para darse cuenta que no hay una relación entre devaluar y aumentar exportaciones", indicó.
No es la primera vez que desde la administración K se hace referencia a este tema. El ministro Axel Kicillof hace algunas semanas había afirmado que observaba "sin preocupación" la depreciación del real brasileño, aunque sí con "cuidado y prudencia".
Y, en línea con los conceptos impartidos por Cristina, el funcionario destacó que "cuando hay problemas con los mercados externos, lo mejor que se puede hacer es incentivar el mercado interno", ratificando de esta manera que acompañar el salto de la moneda del país vecino no era la solución.
Lo paradójico es que, si de algo puede dar "cátedra" el Gobierno K es sobre devaluaciones. No es para menos: desde agosto de 2013 el dólar se encareció nada más y nada menos que un 65% en términos nominales.
Incluso, si se toma como punto de partida 2005, entonces la Argentina sería el quinto país (de un listado de más de 100 naciones), que más depreció su signo montario frente al dólar, según un relevamiento de la consultora Ledesma, superando incluso al bolivar venezolano.
Sin embargo, en ese mismo período, la Argentina pasó a ser de las economías que más se apreció en términos reales respecto a la divisa estadounidense, debido a la fuerte suba de costos locales.
Así es como la "maquinaria" encargada de generar divisas está llegando con los motores cansados en esta recta final del kirchnerismo en el poder.
Se espera que este año las exportaciones culminen en un nivel cercano a los u$s60.000 millones, según proyecciones del estudio Ledesma. Esta cifra implicaría el resultado más flojo desde el 2009.
Fuente: iProfesional
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