por Eduardo Barreira Delfino
lunes, 03 de febrero de 2014
Las últimas cuatro décadas de la historia argentina, demuestran la ineptitud de las autoridades gubernamentales para defender la "moneda”" y sus funciones específicas, como herramienta fundamental para permitir que la sociedad "proyecte" su futuro al desarrollo y bienestar.
Las transacciones económicas y financieras, tanto en el sector privado como en el público y en el orden nacional como internacional, necesariamente requieren contar con una moneda confiable y estable, para darle fluidez a los negocios y los servicios que hacen a la vida social, generando un circuito virtuoso de la actividad ciudadana.
En el dinámico y globalizado mundo económico y financiero, la confiabilidad monetaria constituye una política de estado de todo país serio, en virtud de que el dinero carece de valor intrínseco (tinta y papel) y solo tiene el valor nominal que la autoridad le asigna, que es de significativa naturaleza fiduciaria. Por ello, el factor psicológico, es relevante en virtud de configurar el motivo por el que la moneda de un país sea aceptada (intercambio) y/o atesorada (ahorro).
De modo tal, que esa confiabilidad, solo es viable conforme sea el respaldo que tenga esa moneda.
¿Y cual es la base de sustentación de ese respaldo psicológico? Cuatro factores relevantes:
Fácil resulta deducir que, si alguna de estas variables no funciona, el valor de la moneda y su grado de confiabilidad entran en crisis, con macro efectos inevitablemente perniciosos para el conjunto de la sociedad. Más grave aún, si esos cuatro factores no funcionan.
Es vital recordar y aprehender que la estabilidad monetaria y financiera permite:
Lamentablemente, la historia de la moneda nacional se ha agudizado en los últimos 40 años, por no saber combatir la inflación. Así tenemos:
Fácil resulta deducir, que nuevamente se ha puesto en riesgo el valor de nuestra moneda, con la lógica pérdida de confianza que ello apareja, razón por la cual no debe extrañar que la ciudadanía (en todos sus niveles), busque desprenderse de ella y sustituirla por otro activo, como forma de proteger sus ingresos y sus patrimonios (tal vez el “bitcoin”. Podría decirse que, una vez más la "crónica de una muerte anunciada" de la moneda nacional, se ha cumplimentado. Es hora de que nuestros dirigentes políticos aprendan a administrar los recursos públicos y que lo hagan como si fueran propios.
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